Una vez me preguntaron si tenía un sueño -si bueno, quizás
no es una pregunta demasiado extraña-. Un sueño. ¿Uno? Yo tengo muchos sueños.
Sueño con una vida perfecta. Sueño con tener amigos perfectos. Sueño con
encontrar un novio perfecto. Sueño con tener un trabajo perfecto. Sueño con
tener hijos perfectos. Sueño con ser perfecta. Todos estos sueños llevan el adjetivo
"perfecto". ¿Y para qué quiero una vida perfecta? ¿Una vida aburrida?
¿Una vida en la que sabes como va ser el día a día sin sorprenderte? Yo no
quiero ser perfecta, ni sentirme perfecta, ni estar rodeada de perfección. Sólo
quiero ser feliz. Por eso, cuando me preguntaron si tenía un sueño, mi
respuesta fue breve, clara y concisa: sí, mi sueño es vivir. Quiero vivir,
levantarme cada día sin saber cómo va a ser ese día. Despertar, soñar y
agradecer cada noche la maravillosa familia que tengo, los pocos, pero mejores,
amigos que tengo, la vida que tengo. A veces no sé apreciarlo. A veces he
cometido tantos errores. A veces me he sentido tan mal que he deseado cambiar
esa vida, por una vida diferente y lejos de este mundo. Me he sentido tan sola y
tan incomprendida que a veces soñaba con mi propia muerte. Es triste, pero
luego los días mejoran. Cada día veo a mis amigos y pienso "si me muero,
¿que voy a hacer sin ellos?". Tengo un sueño: vivir cada día tal y como lo
concibo.
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