domingo, 26 de febrero de 2017

Misantropía

Odio a las personas. Así, en general.

Nunca las había odiado hasta hace relativamente poco. De hecho, en el colegio era una persona bastante sociable (o al menos, eso creo). Todo cambió cuando llegué a la secundaria. No soy misántropa porque haya decidido serlo, lo soy porque las personas a veces se comportan de manera repugnante, y prefiero vivir al margen de una sociedad hipócrita, falsa, violenta, egoísta, con "amigos de conveniencia", con prejuicios (y perjuicios), superficialidad, con personas que no entienden lo que significa el respeto, la amabilidad, la compasión, la fidelidad o la lealtad. O una Amistad Verdadera. En mayúsculas. Aquí nadie es sincero y siempre juzgan al más débil por mentir.
Odio a las personas que un día te tienden la mano y al día siguiente te dan la espalda. Y de esas personas hay muchas. Un día eres su amiga, y al día siguiente no se acuerdan ni de que es tu cumpleaños. Ahora gracias a Facebook eso se ha conseguido disimular mucho.

En parte, ha sido por esto por lo que he empezado a odiar a la gente. Todo el mundo básicamente es igual; ya no quedan personas que estén siempre a tu lado (por lo menos para mí), que te consideren amiga siempre (y no ocasionalmente), personas con las que salir cada viernes o sábado y echarte unas risas y decir «joder, ¿dónde habéis estado toda mi vida?», personas que estén a la altura de tu locura (o que la sobrepasen), que se rían contigo y de ti, que no se avergüencen de ti... en definitiva, amigos de verdad.

Toda mi vida me han dado de lado. Toda mi estúpida y corta vida. Y después me preguntan que por qué me aislo de la gente. A estas alturas ya he aprendido a vivir y a crecer sola e independiente, lo cual me dará cierta ventaja en el futuro.

¿Cómo no me voy a aislar, cómo no voy a odiar a las personas después de todo el daño que me ha hecho cada persona que ha entrado y ha salido de mi vida como si nada, sin aportarme nada y quitándome toda la felicidad?

Sólo quiero saber por qué. A cada persona que, de un día para otro, se ha alejado de mí sin decirme nada, ¿por qué? ¿Qué he hecho mal? ¿Tanto asco o vergüenza doy? ¿Cuál es mi problema? Porque llevo ya como cinco o seis años haciéndome la misma pregunta.

Odio a las personas porque las personas me odian a mí.




viernes, 24 de febrero de 2017

Pérdidas

"Lo que perdemos al final siempre vuelve a nosotros... aunque a veces no del modo que esperamos."

Esto escribió J.K. Rowling en uno de los libros de la saga de Harry Potter; y no podría estar más de acuerdo.


He pasado lo que parece ser mucho tiempo (en términos de mi cabeza) intentado recuperar algo que había perdido. Y esa pérdida me dejó completamente rota en el pleno sentido de la palabra. Yo misma quería romperme porque no lo encontraba. Para mi era muy importante y ya no formaba parte de mi vida. Tal como llegó a ella se fue. Nunca entendí por qué. Al igual que lo perdí, tampoco hallé explicación alguna. Sólo estaba yo y mi solipsismo. Y llegados a este punto, creo que he encontrado algo, parte de eso que perdí, pero no sé si realmente merece la pena preservarlo. He arriesgado muchas cosas por ello: mi dignidad, mis sentimientos... personas. 

Y ahora me pregunto, ¿de verdad vale la pena que eso que perdemos regrese?
Perderlo también forma parte de nuestro aprendizaje cotidiano, y de algún modo, perder ciertas cosas nos ayuda a encontrar otras.

Nunca debí llorar a esa pérdida, es más, nunca debí haberlo encontrado.
El no haberlo encontrado habría significado no haberlo perdido, y ahora jamás habría vuelto parte de ello. Y todo este tiempo jamás habría tenido que estar pensando dónde estaba.
Pero he aprendido que, por muy bonito que sea aquello que encuentras, a veces es necesario perderlo a propósito.

Y nunca dejarlo volver.

lunes, 20 de febrero de 2017

Sin emociones

No tenía miedo a perder nada porque ya había perdido todo. Hasta el miedo. No existía ni una pizca de emoción en ella. La vida y las circunstancias la habían hecho ser así. ¿Se supone que tenía que pedir perdón? Sí, porque es lo que se espera de personas que actúan así.
Pero ya no le importaba nada. No le importaba ni el amor, ni la amistad, ni la compasión, ni la lealtad, ni la amabilidad. Nada. Ni siquiera el dolor al que tanto tiempo había estado acostumbrada.
Muchas personas tenían el concepto de que ella era una chica fuerte, pero no podían estar más equivocados. En un golpe de suerte, ella acabo con sus sentimientos. Ahora sí que era una chica fuerte. Se enfrentaría a cada revés de la vida sin una pizca de remordimiento. Tal y como muchas personas se habían comportado con ella durante toda su vida. De hecho, dejó de tener emociones hace mucho tiempo, pero no se había dado cuenta hasta ahora, cuando caían las últimas lágrimas de sus lastimados ojos castaños.

¿Qué la importaba lo que opinaran de ella? Su opinión no la iba a hacer cambiar, ni les iba a hacer mejor personas que ella. Había tardado bastante tiempo en entender que, tanto si es una buena como una mala persona, le daba igual. Le daba igual lo que pensaran, dijeran o criticasen, ella era así. Quizás a veces no se sentía orgullosa, pero era su forma de ser. Y ahora que había apagado sus emociones, no importaba nada más. La da igual qué o quién la rodee. La dan igual las palabras, las acciones. La da igual hasta su propia vida.