Llega esa persona gritándome
que por qué no me
quiero,
pero yo me río,
porque no se ha dado cuenta
de que ella es el motivo.
Soy una chica complicada, me
dice,
cuando no tiene ni la más
remota idea de todo lo que
pasa por mi mente.
Tiene razón,
y exagero,
y me entra paranoia,
y soy sensible,
¿y?
Lo que no se ha dado cuenta
es que me he perdido a mí
misma para no perderle
a él,
porque me importa más que
nada,
pero ¿eso qué más dará, no?
Vaya estúpida estoy hecha,
es lo que piensa.
También tiene razón.
El mayor problema de mi vida
es que todo me importa,
al igual que me emociono con
el más mínimo detalle,
me ahogo en un charco de
agua.
Y os preguntaréis el porqué.
Por qué seré así con las
personas que no lo merecen,
que dicen que les importo
cuando en realidad no es así.
Pues porque una persona, que
ni siquiera se aprendió
mi nombre, una vez me dijo
que eso era amor.
Que no tenía que sentirme
estúpida por querer a alguien
que no me quería
de la misma forma,
porque realmente eso era
amar,
querer.
No sé por qué lo creí,
porque para mí el amor ha
pasado a significar dolor.
Dolor por ver cómo la gente
se va de tu vida,
dolor por ver cómo te
sustituyen sin ni siquiera mirarte
de reojo por última vez,
dolor por sentir que no
vales para ellos todo lo que ellos
valen para ti,
dolor por ser tú y que todo
lo que haces no sea suficiente.
El amor es dolor.
Y unas veces puede valer la
pena y otras no,
pero nunca sabes cuándo esa
vez es la correcta.
No sabes si es mejor
quedarte e intentarlo una vez más,
o irte y pensar que todavía
quedaba algo ahí.
La cuestión es que yo soy el
desastre aquí.
Yo soy la que espero y
espero cosas que sé perfectamente
que no van a ocurrir,
pero aún así espero,
por si acaso.
Yo soy la que termino
pidiendo perdón, por miedo a
perder, otra vez.
Yo soy la que tiene la
culpa.
Yo soy el problema.
Y se acabó.
—Un paraguas
roto; Anne @invierns
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